Para Divagacionistas, bajo el reto "Picos"
–No puedo más.
Se detuvo mirando adelante y estiró su espalda de sesentón. Crujieron varias vértebras. El estrecho sendero seguía subiendo, dejando a la derecha una posible caída por una ladera ligeramente inclinada, cubierta de dolorosos matorrales y rocas. Del otro lado enormes peñascos precariamente apoyados entre sí sobresalían amenazadores varios metros sobre su cabeza.
Al pie de uno de ellos había una losa plana resguardada del sol del mediodía. Tomó aire y agarrándose el costado avanzó los últimos metros para dejar caer su culo sobre ella. Movió los brazos hasta descolgarse la mochila, notando ronchas de sudor en las axilas.
–“Experiencias vitales”, una mierda. –Aquel camino empinado tenía menos de un metro de ancho y el del bar le había dicho que estrechaba más antes de la cima–. Nadie podría llegar aquí.
Se quitó la gorra para darse crema en la calva algo enrojecida. Por donde había venido aparecieron tres niños de unos diez años marchando a buen paso. Escondió la crema y se caló la gorra. Pasaron frente a él murmurando un saludo, con mochilas tan grandes como ellos y botas de montaña pisando peligrosamente cerca del borde.
Al rato pasaron cuatro adultos, también a buen paso y con enormes mochilas. Detuvieron su conversación, dijeron buenos días y siguieron adelante desapareciendo en el siguiente giro. El último de ellos se detuvo frente a él.
–¿Sube solo? ¿Sin pareja? –El anciano respondió con un gruñido. Un pájaro chilló en el cielo–. Escuche, no quiero entrometerme pero Pico Saramago no lo sube mucha gente de su…
–¿Edad?
–Hmmm… Iba a decir experiencia.
–¿Experiencia? Curiosa elección. –Señaló el diminuto pin de regalo tras cuarenta años encerrado en una garita, haciendo poco más que ojear revistas de viajes–. Precisamente estoy en viaje de jubilación, un guonderbox de la comunidad de vecinos donde trabajaba.
–¿Solo?
–¿Otra vez? Nunca me casé –Mirando sus dedos artríticos en los que tantas veces soñó poner un anillo.
–No, no, me refería a… Escuche jefe, usted ya es… veterano. Seguro que en la… universidad de la vida ha escalado picos más altos que este ¿eh? –Amagó poner una mano en su hombro, sin hacerlo– Ehm… ¿Ha hecho el Carrirón? Una pista verde. Vistas preciosas, menos subida y… y…
Silencio. Más arriba la familia llamaba al joven. Este se encogió de hombros medio disculpándose y aliviado salió pitando sendero arriba.
El conserje jubilado, solo de nuevo, dio unos minutos de ventaja al joven entrometido y retomó la subida.
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