"¿Estás
seguro que dice eso?" dijo Ella señalando con su uña el desgastado tomo
religioso.
Tenía una bonitas
rúbricas persas y hubiera pasado por un volumen arcano de no ser por la
pegatina que decía "R COR 391 - Biblioteca Pública de Aragón" que uno
podría encontrar en el interior de la portada.
"A mí no me
importaría acompañarte," dijo el anciano extendiendo el libro todo lo que
se lo permitían sus enclenques brazos "pero sé que luego estas cosas
generan problemas. Mira a Innana y Dumuzi. Una entrega mal hecha acaba en toda
una odisea".
Ella entornó sus
cuencas vacías, intentando mostrar suspicacia con todo lo que se lo permitía su
fisionomía (que no era mucho).
"Y luego,
cuando venga Azrael y vea que me he ido contigo... ¿A quién echarán la
culpa?" continuó el viejo con la complicidad experta de quien lleva dos
mil años dando esquinazos.
"Pero... la
última vez me dijiste que ibas a hablar con Átropos. Que le dirías que lo
habías pensado mejor y que te venías conmigo" dijo Ella en un gutural tono
de reproche que no aterrorizaba en absoluto.
"Ya, pero
entre medio Odín me ofreció una oferta muy difícil de rechazar. Ya no es solo
lo del Valhalla. Es que me aplazaba el acceso hasta dentro de veinte años a contar
desde la firma y solo han pasado quince. Salvo que tú me puedas quitar la
permanencia, tengo que mantener el compromiso."
Otra
vez lo del Valhalla, pensó Ella poniendo las cuencas en blanco. ¿Por qué no se
le ocurriría a Marketing algo para contraofertar como Dios manda? Bueno, al
menos con los vikingos siempre se podía negociar un cliente y estando a fin de
mes a fin de mes una firma más podía suponer un montón de puntos extra para el
Ranking de Embajadores Funerarios. Lo iba a flipar la tolai de Ammyt.
"Hablaré con
Odín y veré qué puedo hacer" Chasqueó los dientes y lanzando una maldición (Literal) a las bases de datos del Departamento de Fidelización de Clientes, se
enfundó la capucha y se esfumó. También literalmente.
El viejo sumerio
sonrió a la habitación, vacía por enésima vez.
Matusalén preveía
que los fomoreanos vendrían el viernes, y aunque eran más cabezones que Muerte,
siempre se olvidaban de su propósito al séptimo coñac.
No hay comentarios:
Publicar un comentario