Un colegio sueco (Viktor Rydberg, en honor a uno de los grandes románticos del país) usa Minecraft como herramienta didáctica obligatoria para niños de 13 años.
El uso de este programa no es algo original: Joe Levin lleva hablando de ello en su blog “The minecraft teacher” desde primeros de 2011 (os recomiendo explorar sus archivos donde encontraréis muchos consejos prácticos no solo sobre MineCraft sino sobre el uso de juegos para el aprendizaje) y la comunidad MinecraftEdu (también recomendada), que está generando una increíble cantidad de recursos fácilmente exportables desde el mundo de construcción virtual hacia otros entornos de aprendizaje. Pensemos que el juego tiene cerca de 44 millones de usuarios en el mundo.
A la vista de esto, la noticia antes comentada podría no tener más importancia, sin embargo ha abierto una serie de debates sobre la necesidad o no de convertir en obligatoria una herramienta como esta, y en los efectos que tiene sobre la creatividad de los usuarios el encasillarla en un itinerario formativo y en una edad determinada.
Sospecho que, aparte de la cuestión publicitaria, convertir Minecraft en “obligatorio” en ese colegio tiene más que ver con una cuestión del sistema escolar que con otra cosa (para poder tener algo de peso dentro del currículo, probablemente necesita estar como asignatura obligatoria).
En todo caso, yo pensaba que el programa era una herramienta, no un fin en sí mismo, por lo que hablar de incluir este o cualquier otro juego como una necesidad del itinerario curricular me suena tan raro como si alguien me dijese que el uso de tablets es “obligatorio” en 2º de ESO. Sucede lo mismo cuando alguien lo cita como la panacea para hacer atractivo hacia los jóvenes el sistema STEAM (ciencias, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas, por sus siglas en inglés).
En ese sentido, si hablamos de Minecraft como herramienta revolucionaria, cuidado con las modas: Todavía recuerdo cuando, tras arduos esfuerzos, logré familiarizarme con los Pokemon (¡Hazte con todos! Decía su slogan, como riéndose de mis capacidades cognitivas) y al ir a hablar con mi sobrino del tema, me dijo:
- ¡Tío ¿Qué dices?, si ahora lo que se llevan son los Gormiti!
De cuyo exótico millar de nombres, poderes e historias el ya había aprendido más de la mitad y yo volvía a estar en el punto de partida. Probablemente estos alegres personajillos ya han sido sustituidos en la mente juvenil por otros nuevos seres.
Aprendiendo idiomas con mis sobrinos |
Debates aparte, me gusta mucho el proceso de aprender haciendo (learning-by-doing), ya sea en mundos virtuales (Minecraft, Civilization, Sim City…) o físicos. Creo que no hemos explotado todo el potencial de este método. La formación reglada se ha acercado tradicionalmente a él desde una orientación excesivamente mecanicista y limitadora de la exploración (repetir hasta aprender o lo que los diseñadores de juegos llaman un diseño de nivel pasillo-sala-pasillo-sala…) o demasiado alejada de la aplicación práctica. Aunque poco a poco se van haciendo hueco más y más excepciones a lo anterior.
En el aprendizaje en organizaciones y con adultos, si queréis algo menos virtual y más tangible que Minecraft, sirva como ejemplo la propuesta LEGO Serious Play Training sobre la cual me gusta especialmente como Lucio Margulis o Alan McShane (@Considiom). Para que os hagáis una idea de hasta dónde llega la relación entre LEGO y Minecraft, ambas marcas están colaborando con la línea de productos Minecraft LEGO (un poco cara para lo que ofrece, desde mi humilde opinión, pero interesante en cualquier caso).
Jugando. En serio. |
Como conclusión, que nadie piense que este tipo de juegos solo sirven para el descubrimiento de cuestiones puramente físicas o geométrico-espaciales. Nada más lejos de la realidad. El uso de estas herramientas de aprendizaje no es dominio exclusivo del montaje de muebles de IKEA o de los procesos productivos industriales más mecánicos. Diferentes aproximaciones han mostrado con éxito cómo el hecho de construir algo en grupo crea, por ejemplo, un mayor conocimiento de las mecánicas y fuerzas que hacen funcionar un equipo.
Y para que ese proceso no se enquiste y fluya, es fundamental la existencia de un facilitador virtual o presencial que resalte los momentos clave y sea capaz de enseñar a los jugadores a observar el juego (y la vida) de forma crítica y optimista en lugar de decirles “lo que está pasando” y ahorrándoles el esfuerzo de pensar.
¡Feliz juego!
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