El concepto de
inmersión viene de lejos. Disciplinas orientales como el yoga plantean la
necesidad de una preparación mental previa al cambio físico.
Por ejemplo,
simplificando mucho, una de las escuelas de yoga más antiguas promueve dos
fases iniciales de focalización de los pensamientos y la atención (llamadas
yama y niyama) antes de comenzar con los ejercicios para controlar tu cuerpo
(asanas y pranayama). Solo una vez dominadas esas cuatro fases puedes comenzar
con las siguiente parte del proceso, hacia la experiencia plena.
¿Cómo podemos preparar
nuestra mente para hacer el cambio físico? Voy a compartir con vosotros dos
técnicas muy sencillas, pero solo si prometéis a su vez compartirlas con otros
;D
1. Centrarse en el
cambio físico: Imaginad que queréis dar todos los días un paseo de media hora o
empezar a escribir una novela. Podéis poneros una hora de inicio y obligaros a
cumplirla, pero esa "meta" no tiene nada que ver con el cambio físico
o con los motivos de andar o escribir. Por tanto la predicción es
#epicfail
Otra opción a mi gusto
más eficiente es centrarme en la experiencia de caminar y poner metas en ese
sentido: voy a buscar el itinerario más rápido a realizar en media hora / voy a
hacer un itinerario en el que todos los semáforos coincidan en verde / voy a
intentar evitar encontrarme con carritos de bebé...
Lo mismo con la
escritura: Voy a intentar que todas las primeras lineas formen un acrónimo /
voy a intentar evitar usar la letra e / voy a evitar palabras de más de cinco
letras...
¿Pilláis la idea? A
la hora de poner metas, son especialmente potentes aquellas que coinciden con
otros intereses ya consolidados (voy a intentar buscar cuántas fachadas
modernistas hay en mi paseo).
¿Se os ocurren
"metas" de este estilo para una conducta como, por ejemplo, hacer un
deporte concreto? ¿Y para nuestro trabajo cotidiano?
2. Evaluar el cambio:
Una segunda técnica sirve de refuerzo a la primera. Al finalizar el día, antes
de iros a dormir, evaluad en qué habéis cambiado o mejorado el hábito que
estáis siguiendo. La primera noche basta con una sola cosa, la segunda noche un
par y seguid incrementando hasta la décima noche. Podéis repetir cosas de una
noche para otra (al final se trata de un refuerzo).
A partir de la décima
noche, volved a hacer la lista desde uno hasta diez... esta vez sin repetir
mejoras.
Ojo, porque quitando el
esfuerzo y el cansancio normales en un proceso de cambio, puede pasar que
descubras que pese a todo no disfrutas de la experiencia. En ese caso...
¡Quizás no debas adquirir ese hábito!
Con estas técnicas os
estáis centrando en disfrutar de la experiencia en sí misma, y evitáis poner
metas no relacionadas o que os hagan percibir el cambio como un castigo o una
imposición. Os puedo asegurar que se disfruta del hábito que se está cambiando...
y además se consolida.
¿Os habéis planteado
porqué adquirimos el hábito de conducir y "no se olvida nunca"?
Porque requiere una coordinación física y una atención mental en la tarea
altísimos ¿Por qué unas personas adoran conducir y a otras no les gusta, si el
acto es el mismo? Depende si la meta al conducir es el destino o el propio acto
de la conducción.
¡Feliz experiencia y
gracias a Mihaly C. por enseñarnos a fluir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario