lunes

Lo peor que podría pasar

(Para @divagacionistas bajo el tema "Bolsillos")

Mi mujer me había avisado que septiembre no era buen mes para usar gabardina en Boston, pero llevarla me daba suerte en las ventas.

Esperando la fila del aeropuerto para comprar la vuelta a casa, sudoroso y agotado, pensé las veces que esa noche iba a tener que escuchar "te lo dije". Llevábamos diez años casados, desde el 91, y esa pequeña satisfacción iba a ser para ella el mejor regalo de aniversario.

Era mi turno frente a la taquilla.

Al meter la mano en el bolsillo de la gabardina, el bulto de piel que creía mi cartera hizo un extraño movimiento, como si estuviese vivo. Mi mano intentó salir automáticamente del bolsillo, pero mis dedos estaban atrapados como presa de un indeseado apretón de manos.

Intenté dos tirones, a cuál más fuerte. Traté que mi rostro no mostrase el horror que sentía en las tripas. Una pareja aprovechó mi duda para colarse a pedir billete y, aturdido, solo acerté a apartarme de la fila un par de pasos.

Por imposible que le pareciera a mi cerebro, lo que fuera que me sujetaba cual grillete se notaba como una mano fría y reseca. Junto a la fila, paralizado, dejé pasar al menos un par de parejas más. 

¿Sufría un golpe de calor? La parálisis por impotencia me impedía gritar o pedir auxilio. Mi mente imaginaba garras retorcidas.  Muertas. Purulentas.

De repente, justo cuando un loco grito ascendía por mi boca, la zarpa que me aferraba soltó su presa y mi mano salió disparada del bolsillo, aferrando mi cartera como si le fuera la vida en ello.

Con el rostro descompuesto me reincorporé directamente frente a la taquillera pidiendo billetes de vuelta a casa. Debía tener mala cara, pues ninguno en la fila se atrevió a abrir la boca.

"Lo lamento pero acabo de vender a esa pareja el último vuelo de hoy para Los Ángeles" dijo la joven "¿Le pongo para mañana 11 de septiembre, sobre las 8h?"

"Perfecto, perfecto" dije distraído frotando mi mano.

Me alejé de la taquilla de venta temblando de miedo y de ira por no poder llegar al aniversario. Además, iba a tocarme dormir en el aeropuerto. 

Arrojé la maldita gabardina a un cubo de basura y pensé que cuando mañana le contase esta historia a mi mujer, con toda seguridad podría decirle que hoy había sido el día más horrible de mi vida.

No hay comentarios: