Recientemente ha caido por los suelos una de mis creencias más firmes. Cuando alguien me decía "Piensa como los grandes, como los que tienen éxito", yo traducía eso como "Piensa a lo grande".
Entonces me ponía a crear un superproyecto, me hacía la picha un lío y generalmente las cosas salían a trompicones y con un alto precio en eficiencia y en las relaciones personales.
Creo que se trata del síndrome del "menú infinito": Intentas crear una carta de platos que tiene tantas opciones que 1) ni el cliente sabe cuál elegir y 2) su creador no tiene tiempo, ingredientes, organización o cocineros suficientes para hacerla realidad antes que haya muertes por inanición.
He visto excelentes ideas que cubrían una necesidad de forma sencilla sepultadas por los apéndices de la creación complementos y opciones para responder a remotos "Y si...". Generalmente el líder de proyecto suele sentirse frustrado ante el estancamiento y grita a los cuatro vientos: "¡El cliente me lo ha pedido!". ¡Meeec! Error.
Tengo comprobado por experiencia que si a un cliente le ofreces un extra, habitualmente te dirá que sí (por si acaso, no vaya a ser que luego lo necesite). Creo que el problema es que la pregunta está mal planteada. Si junto con el extra le mostrásemos el incremento en el tiempo de salida o incluso en el riesgo de no salida, probablemente el cliente te diría "Haz primero X, y luego ya hablaremos".
Responde siempre primero a lo que el cliente realmente necesita, y luego seguimos.
Una técnica de bastante impacto es comunicar al cliente que el proyecto ha sido cancelado, y que solo puede mantenerse una de las prestaciones. Rápidamente el cliente suele elegir la que le es realmente necesaria.
Ahora he descubierto que pensar como los grandes no tiene nada que ver con la complejidad de la solución que ofreces, sino con la utilidad percibida para el cliente y la experiencia que le haces pasar.
Creo que, debido a sus experiencias previas, las personas reaccionamos (muchas veces con razón) a las superproducciones-macroproyecto con algo que roza el escepticismo, cuando no la oposición incrédula (A mi no me líes con eso...).
Cada vez estoy más convencido que el éxito, el reconocimiento y la satisfacción por parte de tus clientes no surge a golpes de efecto puntuales. Se consolida poco a poco en los detalles, en las acciones concretas de solución rápida, en la coherencia construida en cada toma de decisiones.
No crees expectativas, responde a situaciones concretas.
Por eso desde hace unas semanas pienso en pequeño. Como los grandes.
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