-¿Qué vas a poner? –dijo Carlos
mirando la explanada desierta más allá de los barrotes de la ventana, disfrutando
del sol de la mañana en su cara.
-Algo sobre el medioambiente –Román
no levantó la vista del papel mientras escribía lentamente, mordiéndose la
punta de la lengua-. Lleva mucho sin salir nadie usando eso.
-Entre los finalistas de ayer
había uno parecido –Tamborileó los primeros compases de “We will rock you” con su lápiz en las barras metálicas antes de sentarse
a la mesa junto a su compañero.- Algo sobre la paz mundial.
-No es lo mismo. –Siguió escribiendo,
concentrado-. Además al final ganó uno hablando del arrepentimiento… ¡Usando lettering! Vaya truco sucio, deberían
valorar solo contenido y no la estética.
Carlos miró de reojo el texto de
su compañero. Pese a las quejas, su caligrafía había mejorado mucho últimamente.
Durante un par de minutos en la celda solo se escuchó el lápiz y la goma de
borrar de Román rascando con furia el papel.
-Te vas a cargar la cuartilla y
no te pienso dar la mía.
Su compañero parecía no haberle oído,
pero borró más despacio. Mejor eso que pelearse por la hoja restante. Había pasado
en otras celdas, aunque nadie llegaba nunca a las manos. La cárcel ya no era lo
de antes, con todos ocupados pensando qué escribir en su papeleta. Finalmente Carlos
decidió ponerse también a la faena. No había mucho que hacer hasta salir al
patio.
Pasaron los minutos. El sol avanzó
el medio metro de suelo que separaba el retrete de la mesa. Entre celdas pasó
el rumor de que el vasco del Ala Saramago, que había quedado finalista el
martes, tenía una muy buena.
-Perdona –Román se inclinó para
ver mejor lo que estaba escribiendo Carlos. Puso su grueso dedo índice sobre un
párrafo de siete líneas- ¿No te estás pasando del límite?
-Prefiero escribir mucho y luego
recortar a ciento cuarenta caracteres. Si queda goma.
Por la tarde el funcionario de
prisiones recogió sus papeletas y las del resto de reclusos del Ala Cervantes para
enviarlas a La Cadena. A las ocho, puntuales como todos los días, encendieron
los cuatro televisores colgados en el techo, cada uno mirando en una dirección
diferente. Las parejas de internos se colgaron de las rejas que daban al
pasillo, moviendo sus cabezas rapadas al ritmo del archiconocido single del
concurso “Salva a tu preso favorito”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario